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31 mar 2011

Los Últimos Hijos | Trasfondo Marines del Caos

"Desde que había puesto un pie en la superficie del planeta no había dejado de disfrutar. No solo la matanza estaba siendo más que satisfactoria, aquellos seres de múltiples brazos eran unos adversarios magníficos para su espada, si no que el aire de la atmósfera tenía en él un efecto embriagador. Cuando los sistemas de su armadura empezaron a filtrarlo nada más aterrizar y vio el extraño espectro colorímetro del análisis preliminar, decidió que algo nuevo siempre resulta interesante así que llevaba horas respirando aquellas extrañas sustancias.
No había experimentado semejante sensación de placer desde Istvaan V, aunque sabía que ninguna muerte podría resultarle tan placentera como la de otro Astartes. Ahora se encontraban en la misión que el señor de la guerra les había encomendado, mientras sus ejércitos sitiaban Terra, ellos deberían hacerse con el sistema Adronimus, aun poco explotado por el Imperio pero inmensamente rico en las materias primas que necesitaría Horus para reconstruir los que serían sus dominios.

Ahora la gran guerra no le importaba, los efectos de aquel aire multiplicaban mil veces el placer de derramar sangre y su mente se acercaba a un éxtasis absoluto, podía sentir como se acercaba, más allá de la roja niebla del placer. Notaba como su mente se unía a la de sus hermanos de batalla, los miembros de la X compañía del II regimiento del III cuerpo de los Hijos del Emperador. Él había luchado en la guardia de honor de la compañía durante casi 200 años y ostentaba el rango de capitán desde hace más de 20 de modo que conocía bien a sus hombre, pero esto era algo distinto, podía notar como sus mentes se fundían, como los pensamientos fluían entre ellos sin tener un origen claro. De este modo cuando la visión lo asaltó todo pudieron compartirla, todo sintieron al unísono que su destino estaría marcado para siempre.

Justo en el instante en que sentía como aquel placer sin límites se adueñaba por entero de su alma, comprendió. Comprendió por fin que el Emperador no les había abandonado, que el Caos nunca había sido su enemigo. Pudo ver al dios-hombre rodeado de los poderes de la ruina, pudo ver como el poder que estos emanaban se hacía carne en el Emperador. Éste no les había abandonado si no que estaba preso de su propia fortaleza. Nunca hubiese dejado el poder en manos de aquellos burócratas genéticamente atrasados que formaban el Consejo de Terra, ellos eran los auténticos culpables de que su líder no hubiese podido acabar su gran visión. Ahora todo parecía tan lógico... ¿por que habría nombrado Señor de la Guerra a Horus si, pudiendo ver el futuro como el podía, sabía perfectamente que este abrazaría la verdad del Caos?, Él lo sabía, lo había visto y supo también que no podría dirigir el cambio hacia un imperio más allá del tiempo y del espacio, uno como solo un Astartes puede imaginar, de modo que en su infinita bondad decidió sacrificarse por sus hijos, apartarse del camino, dejarse subyugar por los burócratas de Terra hasta que sus queridos hijos liberaran al Imperio de esta ponzoña que afectaba a su corazón, estaba todo tan claro...

El ataque a Terra ya estaba en marcha, el consejo caería pronto, hasta el propio Emperador se ofrecería en sacrificio. Pero ellos no le olvidarían, portarían su águila orgullosos hasta el fin de los tiempos, serían los últimos hijos del Emperador, hijos del Caos al mismo tiempo, como Él hubiese querido. "


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